A veces pienso que tus manos se visten de cielo y puedo verlas, inmensas y protectoras; y las siento cada vez que el viento toca mi piel.
Te siento en la calidez de un día soleado, como si me estuvieras abrazando de lejos, desde donde sea que estés.
Te lloro en la soledad de los recuerdos, porque “fuiste mi después, mi por siempre, mi recién...”
Eterna presencia de lo que no se puede tocar,
ni tampoco se puede ver.
-Rosa Alvarado Mata.
2023-
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